El sueño ajeno parece terminado. La imposición que intentaba definir nuestros secretos, nuestra interacción, nuestra lógica más intima, parece haber terminado desde el momento en que la denominada “América Latina” cobra conciencia de si. Nuestra conciencia parece despertar de un largo sueño, sueños importados de las fábricas de ideas europeas. La misma existencia de América latina contradice a nuestra conciencia, el despertar “si es que existe el despertar” no ha sido propio, nuestro ser pertenece a una nueva realidad impuesta, nuestro ser ha sido violado y violentado durante siglos. No es posible concebir nuestra identidad sin reconocer que nuestro ser conforma ya una infinidad de identidades que no excluye al violado y al violador, al conquistado y al conquistador, nuestro despertar del sueño cohesiona a todas las identidades incluso a las importadas de mares lejanos, sin ellas hubieras sido imposible concebirnos como una entidad dispersa y distinta, una entidad no definida una “América Latina”.
Erróneamente se nos concede un nombre, una identidad impuesta desde Europa, habrá que recordar que la terminología “América Latina” proviene de Francia, de aquella Francia que pretendía contrarrestar a la América anglosajona y a su potencial poderío. Que mejor forma que unificar bajo una sola bandera a todos aquellos estados nacionales dispersos en bastas territorios concediéndoles una característica en común. “Nuestra latinidad” nuestra latinidad nos fue concedida porque se nos vislumbraba como un instrumento, un instrumento incapaz de tener conciencia de si, un instrumento al servicio de una potencia. El término empleado a mediados del siglo 19 permanece en nuestro imaginario como determinante, a mi parecer para poder despertar realmente de un sueño y de una imposición ajena tendremos que responder con grandes cuestionamientos que contradicen nuestra existencia y posición. Cuestionamiento como ¿Qué hace latino a las comunidades indígenas que habitan nuestros territorios? ¿Que coincidencia existen entre países como Argentina, Uruguay y Brasil con el resto de la denominada América latina?
Erróneamente se nos concede un nombre, una identidad impuesta desde Europa, habrá que recordar que la terminología “América Latina” proviene de Francia, de aquella Francia que pretendía contrarrestar a la América anglosajona y a su potencial poderío. Que mejor forma que unificar bajo una sola bandera a todos aquellos estados nacionales dispersos en bastas territorios concediéndoles una característica en común. “Nuestra latinidad” nuestra latinidad nos fue concedida porque se nos vislumbraba como un instrumento, un instrumento incapaz de tener conciencia de si, un instrumento al servicio de una potencia. El término empleado a mediados del siglo 19 permanece en nuestro imaginario como determinante, a mi parecer para poder despertar realmente de un sueño y de una imposición ajena tendremos que responder con grandes cuestionamientos que contradicen nuestra existencia y posición. Cuestionamiento como ¿Qué hace latino a las comunidades indígenas que habitan nuestros territorios? ¿Que coincidencia existen entre países como Argentina, Uruguay y Brasil con el resto de la denominada América latina?
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